SÁBADO SANTO


Hoy los cristianos permanecemos en silencio delante del sepulcro de Cristo en espera de la gran fiesta de la Resurrección. Permanecemos en vela, en oración, meditando, contemplando el misterio de la Pascua de Jesucristo, su Pasión, Muerte y Resurrección. Hoy no se celebra la Eucaristía, no está el Señor en el Sagrario para la veneración de los fieles, no se celebra oficio alguno, todo permanece silencioso, hasta las campanas por un día dejan de tocar. Jesús yace en el sepulcro. Todo permanece inmóvil, hasta el tiempo parece distinto y que se ha detenido. Estamos espectantes. Todo va a renacer en la solemne vigilia de esta noche. Fiesta de las fiestas para los cristianos. El centro del año litúrgico. Celebración de la Vida frente a la muerte, de la gracia frente al pecado, de la luz frente a las tinieblas. Pero por el momento aguardamos en ayuno y en oración, preparando nuestro corazón para este glorioso acontecimiento. María, la madre de Jesús, nos enseña a aguardar el cumplimiento de las promesas de su hijo. ¿Cómo aguardaría la Virgen que se cumpliera lo que había dicho Jesús: Al tercer día resucitaré? Seguramente podemos imaginar que en recogimiento interior, en oración, en la intimidad con Dios Padre de misericordia y Dios de todo consuelo. Poniendo todo su ser en sus manos. Repitiendo como lo hizo en Nazareth: He aquí la esclava del Señor. ¡Hágase en mí según tu palabra!

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