El Señor por boca del profeta Ezequiel nos anuncia que él abrirá nuestros sepulcros y nos hará salir de ellos. Así mismo, en el Evangelio de Juan, el Señor hace salir a Lázaro del sepulcro: "¡Lázaro, ven afuera!". También Jesús en otro pasaje llama a los fariseos "sepulcros blanqueados". El Señor no se refiere solamente a los muertos de verdad, sino más bien, a los que están muertos en su "espíritu", es decir, a los que viven y habitan sombras de muerte porque viven en el pecado. En este tiempo de Cuaresma el Señor nos llama a salir de nuestros sepulcros, es decir, de nuestros pecados. A no vivir encerrados en nosotros mismos, en el egoismo, en la autosuficiencia viviendo de espaldas a Dios y al prójimo. ¡Cuántos viven sólo para sí mismos! El Apóstol Pablo nos dice que nadie vive para sí mismo, si vivimos vivimos para el Señor y si morimos, morimos para el Señor, en la vida y en la muerte somos del Señor. ¿Tú vives para el Señor? Es la pregunta que nos tenemos que hacer en esta Cuaresma. Nos daremos cuenta de que nos falta todavía mucho para poder decir lo de Pablo: "Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí." Eso es convertirse al Señor. Vivir cada día un poco más para el Señor y para los demás, y menos para nosotros mismos. Jesús vivió así, entregado del todo a la voluntad de su Padre y al servicio de los hombres. El Señor nos dice: ¡Ven afuera! ¡Sal del sepulcro! ¡Sal de tí mismo! Y vive para ser apóstol del Evangelio de la Alegría como nos dice el Papa. Hay que salir de los sepulcros, de las catacumbas, de los templos, ... ¿A dónde? A las plazas y calles, allí dónde el Señor nos pida para anunciar el amor y la misericordia de Dios. ¡Cristo vive! El Señor no es Dios de muertos sino de vivos. Despierta tú que duermes y abre los ojos a la luz de la Buena Noticia que nos anuncia Cristo.
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