La Resurrección de Cristo nos abre a la esperanza. ¡Cristo ha resucitado! El Señor ha vencido al mundo, al pecado y a la misma muerte. El mal no es quien tiene la última palabra en la historia de los hombres. La luz de Cristo disipa todas nuestras oscuridades y nuestras sombras. Celebramos la Pascua de Cristo, es el día más grande de todo el año cristiano, el domingo de los domingos, el centro de nuestra fe. ¡Si Cristo no hubiese resucitado vana sería nuestra fe! El sepulcro vacío testimonia por sí mismo el cumplimiento de las promesas de Cristo. Hay un antes y un después de este acontecimiento. Nuestra fe se fundamenta en este hecho fundamental: la Resurrección. Ella testimonia que verdaderamente Cristo es el Hijo de Dios y que su palabra es verdad, que él es el camino, la resurrección y la vida. Por eso Pablo dirá que los que hemos muerto con Cristo al pecado y hemos resucitado con él a una vida nueva, debemos aspirar a los bienes de allá arriba dónde está Cristo y no a los bienes de la tierra. Nuestra esperanza está colmada en el triunfo del Señor y su Resurrección es esperanza de nuestra propia resurrección y del paso de esta vida mortal a la vida eterna junto a Cristo. Que la alegría de este día santo se prolongue durante toda la cincuentena pascual y nos haga vivir la fe con esperanza y gozo.
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