AUNQUE UN MUERTO RESUCITE


Los fariseos, a los que el Señor dirige la parábola del pobre Lázaro, cumplían escrupulosamente la Ley, eran observantes estrictos de hasta la más mínima tilde de los mandamientos de Dios, pero quizás su corazón era más piedra que carne. Vivían la letra de la Ley pero estaban lejos de su espíritu. Cristo nos enseña a cumplir a través de la misericordia la Ley entera y los Profetas. La caridad es el cumplimiento de la misma. Los fariseos, que juzgaban con dureza a los que no eran como ellos, les ocurría lo que al rico de la parábola, les faltaba caridad. El pobre Lázaro estaba a su puerta mendigando las migajas de la mesa del rico y ni ésto se le daba. Luego, muerto el rico, pedía a Abrahán para él la misericordia y la caridad que no había tenido con el pobre Lázaro. Jesús quiere que los fariseos se conviertan de su actitud fría y dura ante el prójimo, pues todo el bien que podrían estar ganando por la observancia de la Ley lo perdían por su falta de caridad. Ya lo dice San Pablo, sin amor de nada me vale tanto sacrificio y cumplimiento. La fe son obras de amor y no cumplimientos vacíos por puro amor propio. Dices que amas a Dios a quien no ves y desprecias a tu prójimo a quien ves, eres un mentiroso, dice el apóstol Santiago. Por eso nos dice Jesús que no todo el que dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino aquel que cumple la voluntad del Padre. Los fariseos tenían fe pero era una fe sin caridad, y una fe sin amor no es verdadera fe. El rico pedía que dejase ir a Lázaro a casa de su padre y hermanos para que éstos viendo a Lázaro que había muerto creyeran y se arrepintieran de su conducta. Pero el Señor, por boca de Abrahán en la parábola les dice que si no han creído ni a Moisés ni a los Profetas, aunque un muerto resucite tampoco creerán. Jesús quizás se refiere también a su propia resurrección. Cuántos a pesar de la victoria de Cristo sobre la muerte siguen sin creer en él. No bastan los milagros si el corazón se obstina en no creer porque le falta la luz de la fe. Pidamos en este tiempo que el Señor nos aumente la fe, una fe que se abra al amor y a la misericordia.

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