La limosna, junto a la oración y al ayuno, es propuesta como ayuda necesaria para vivir este tiempo de Cuaresma. Es importante la limosna y el poder compartir con los más necesitados los bienes que Dios nos ha concedido, no dando sólo aquello que nos sobra, sino incluso de lo necesario en un acto de fraternidad impulsada por la caridad. Dar pero dar de corazón, viendo en el pobre a un hermano, carne de nuestra carne, hijo del mismo Padre Dios. Pero la limosna no debe quedarse sólo en lo material, en el dinero o en bienes como ropa, alimentos, etc..., debe ser también una limosna de nosotros mismos, lo que yo llamo la limosna del corazón. Darnos a nosotros mismos a los que nos necesitan, dar de nuestro tiempo, de nuestras capacidades, habilidades, talentos, ..., y ponerlos al servicio de aquellos que lo puedan necesitar. A veces es fácil dar una cantidad de dinero a un pobre, pero nos cuesta más darle nuestro tiempo. Ponernos a escuchar sus problemas, dificultades, agobios, penas... Lo mismo pasa con los enfermos o con los ancianos, o con esas personas que acuden a nosotros y quizás se hacen pesadas o molestas. Atenderlas con cariño, con paciencia, con amabilidad, con respeto. Esa es la limosna del corazón. Tratad a los demás como nos gustaría que nos tratasen a nosotros. Comparte también tu corazón.
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