Jesús aparece en el Evangelio, tanto en el de ayer como en el de hoy, como la luz del mundo y la vida de los hombres. En el pasaje del ciego de nacimiento, Jesús, devuelve la vista a aquel hombre que ha confiado en él. ¡Qué importante es la confianza en Dios y en su Palabra! Jesús, sin que se lo pidiese el ciego, hizo barro con su saliva, untó los ojos al ciego y le ordenó que se fuese a lavar a la piscina de Siloé. El ciego podría haberse negado, o quizás molestado por aquel gesto del Señor que lo pilló desprevenido y sin saber el porqué, a lo mejor si esperaba un milagro de Jesús pensaba que el Señor lo curaría al instante con el sólo poder de su palabra, y sin embargo obedeció al Señor, no protestó, y fue a hacer lo que Jesús le mandaba. ¿Cuántas veces nosotros no tenemos la humildad de este ciego para ser dóciles a lo que el Señor nos pide? Queremos ser santos pero al instante y sin esfuerzo, que se obre el milagro pero sin tener que hacer nada por nuestra parte. Jesús lo envió a Siloé que significa enviado. También la Iglesia nos pide que para que se nos abran los "ojos del alma" y recibir el perdón de nuestros pecados, acudamos al sacerdote, que es el enviado del mismo Cristo. Allí, en el confesionario, que es nuestra particular "piscina de Siloé", somos lavados de nuestros pecados y recobramos la luz de la fe al igual que el ciego recobró la luz de sus ojos. La piscina de Siloé es también el Bautismo, el baño de la regeneración, por el que hemos pasado de las tinieblas a la luz. Es importante tener fe y ser dócil a lo que el Señor nos pide como el ciego para que se obre en nosotros el milagro de la gracia. Hay muchos que dicen que ellos se confiesan directamente con Dios, ¡qué suerte que tienen por tener hilo directo con él!, pero Jesús no curó al ciego directamente sino que le pidió que fuese a lavarse a Siloé. Jesús también nos dice que para recibir el perdón tenemos que ir al sacerdote, pues él les dijo a sus discípulos: a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados... El instituyó el sacramento del perdón, es lo que nos pide el Señor para recibir este don. No nos pide nada imposible ni difícil, la única dificultad que podemos tener es la de nuestra soberbia, vanidad, orgullo, ..., que nos impide acudir a los ministros del Señor. Hoy vemos como también el Señor manda al funcionario a su casa y él obedeció. Dice el texto: "El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino." Jesús te dice también hoy a tí: Vé a mi enviado, al sacerdote, y saldrás perdonado y volverás a vivir. ¿Le harás caso?
LUZ Y VIDA
Jesús aparece en el Evangelio, tanto en el de ayer como en el de hoy, como la luz del mundo y la vida de los hombres. En el pasaje del ciego de nacimiento, Jesús, devuelve la vista a aquel hombre que ha confiado en él. ¡Qué importante es la confianza en Dios y en su Palabra! Jesús, sin que se lo pidiese el ciego, hizo barro con su saliva, untó los ojos al ciego y le ordenó que se fuese a lavar a la piscina de Siloé. El ciego podría haberse negado, o quizás molestado por aquel gesto del Señor que lo pilló desprevenido y sin saber el porqué, a lo mejor si esperaba un milagro de Jesús pensaba que el Señor lo curaría al instante con el sólo poder de su palabra, y sin embargo obedeció al Señor, no protestó, y fue a hacer lo que Jesús le mandaba. ¿Cuántas veces nosotros no tenemos la humildad de este ciego para ser dóciles a lo que el Señor nos pide? Queremos ser santos pero al instante y sin esfuerzo, que se obre el milagro pero sin tener que hacer nada por nuestra parte. Jesús lo envió a Siloé que significa enviado. También la Iglesia nos pide que para que se nos abran los "ojos del alma" y recibir el perdón de nuestros pecados, acudamos al sacerdote, que es el enviado del mismo Cristo. Allí, en el confesionario, que es nuestra particular "piscina de Siloé", somos lavados de nuestros pecados y recobramos la luz de la fe al igual que el ciego recobró la luz de sus ojos. La piscina de Siloé es también el Bautismo, el baño de la regeneración, por el que hemos pasado de las tinieblas a la luz. Es importante tener fe y ser dócil a lo que el Señor nos pide como el ciego para que se obre en nosotros el milagro de la gracia. Hay muchos que dicen que ellos se confiesan directamente con Dios, ¡qué suerte que tienen por tener hilo directo con él!, pero Jesús no curó al ciego directamente sino que le pidió que fuese a lavarse a Siloé. Jesús también nos dice que para recibir el perdón tenemos que ir al sacerdote, pues él les dijo a sus discípulos: a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados... El instituyó el sacramento del perdón, es lo que nos pide el Señor para recibir este don. No nos pide nada imposible ni difícil, la única dificultad que podemos tener es la de nuestra soberbia, vanidad, orgullo, ..., que nos impide acudir a los ministros del Señor. Hoy vemos como también el Señor manda al funcionario a su casa y él obedeció. Dice el texto: "El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino." Jesús te dice también hoy a tí: Vé a mi enviado, al sacerdote, y saldrás perdonado y volverás a vivir. ¿Le harás caso?
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