Junto al ayuno y la limosna, la oración también se nos propone como medio para alcanzar la conversión del corazón. Ayuno, limosna y oración no pueden quedarse en algo exterior que no alcance el corazón y con ello su conversión. Por eso os he propuesto que el ayuno, la limosna y la oración sean del corazón para que así lo transformen y cambien. Lo que brota del corazón es lo que hace bueno al hombre o malo, según sea. Al igual que el ayuno o la limosna, la oración del corazón brota de éste y se abre a la gracia de Dios que es quien convierte los corazones. Orar con el corazón es dejar que Dios sea su centro. Tenemos que orar no sólo con palabras, sino con todo nuestro ser. Orar no es rezar. A veces nos dejamos llevar de la mecánica del rezo ya sea en casa o en la iglesia. La oración tiene que ser consciente, que brote del corazón, que nos implique totalmente, que no sea algo externo a nosotros mismos, sino íntimo y personal, que transforme y convierta el corazón y nuestra vida. Es en definitiva un encuentro personal con el Señor. Esta Cuaresma aprovecha para orar desde el corazón y con el corazón.
LA ORACIÓN DEL CORAZÓN
Junto al ayuno y la limosna, la oración también se nos propone como medio para alcanzar la conversión del corazón. Ayuno, limosna y oración no pueden quedarse en algo exterior que no alcance el corazón y con ello su conversión. Por eso os he propuesto que el ayuno, la limosna y la oración sean del corazón para que así lo transformen y cambien. Lo que brota del corazón es lo que hace bueno al hombre o malo, según sea. Al igual que el ayuno o la limosna, la oración del corazón brota de éste y se abre a la gracia de Dios que es quien convierte los corazones. Orar con el corazón es dejar que Dios sea su centro. Tenemos que orar no sólo con palabras, sino con todo nuestro ser. Orar no es rezar. A veces nos dejamos llevar de la mecánica del rezo ya sea en casa o en la iglesia. La oración tiene que ser consciente, que brote del corazón, que nos implique totalmente, que no sea algo externo a nosotros mismos, sino íntimo y personal, que transforme y convierta el corazón y nuestra vida. Es en definitiva un encuentro personal con el Señor. Esta Cuaresma aprovecha para orar desde el corazón y con el corazón.
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