PASTOREA A TU PUEBLO


El Profeta Miqueas le pide al Señor que pastoree a su pueblo. Dios es el Pastor de Israel, Jesús, el Hijo de Dios, es el Buen Pastor, aquel que apacienta al nuevo Pueblo de Dios que es la Iglesia. El Señor nos conduce a verdes pastos y a fuentes tranquilas. ¿Cuántas veces como ovejas rebeldes nos hemos apartado del Buen Pastor y hemos huido hacia la maleza, los riscos, el páramo, ...? ¡A cuántos peligros nos hemos expuesto actuando así! Nos hemos perdido y ya no sabíamos volver, nos hemos herido, caido por barrancos y quebradas, hundido en pozos, atrapados entre zarzas, a merced de los lobos y las alimañas, ... Y Jesús, Buen Pastor, ha dejado al resto de las ovejas para ir en busca nuestra y al encontrarnos, lleno de alegría, nos ha cargado sobre sus hombros y nos ha traido de regreso al redil, y allí nos ha curado las heridas, nos ha alimentado y cuidado hasta que hemos recuperado las fuerzas. Así es el Señor. En este tiempo de cuaresma sale en nuestra busca si nos hemos alejado, nos perdona nuestros pecados y nos vuelve a traer al redil que es la Iglesia y a la comunión con él y los hermanos. Dice el Profeta: "¿Qué Dios hay como tú, que perdonas el pecado y absuelves la culpa al resto de tu heredad?" Verdaderamente no hay otro como él. Jesús en el Evangelio del hijo pródigo nos vuelve a manifestar esta misericordia de Dios ante nuestros pecados. El nos invita a la conversión. El hijo menor ha malgastado la herencia y llegado al extremo de la indigencia, recapacita sobre su mala conducta y decide regresar a la casa de su padre. El hijo mayor que había permanecido en la casa paterna, se resiste a perdonar a su hermano, y rechaza la misericordia de su padre con éste. Jesús al dirigir esta parábola a los fariseos y letrados que murmuraban porque el Señor acogía a los pecadores comiendo con ellos, los identificaba con el hijo mayor y a éstos con el menor. El padre bueno y misericordioso es Dios, en definitiva el mismo Jesús que acoge a los publicanos y pecadores y come con ellos, al igual que el padre de la parábola hace fiesta por el hijo que ha regresado y que creía perdido. Los fariseos y letrados se enfadaban y criticaban a Jesús porque era misericordioso, al igual que se enfadó el hijo mayor con su padre, echándole en cara su servicio. Los fariseos y letrados no conocen a Dios, como el hijo mayor no conocía realmente a su padre. Este vivía en el cumplimiento, en la obediencia, en el deber, pero no en el amor. No amaba realmente ni a su padre ni a su hermano, como los fariseos y letrados que se han cerrado al amor y a la misericordia. Tú y yo no seamos como ellos, sino misericordiosos para alcanzar también nosotros la misericordia.

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