La conversión es volver de nuevo a la fuente de dónde brota el agua viva. En nuestra vida sentimos muchas veces sed de tantas cosas e intentamos saciarnos con las cosas de este mundo pero, aún sin saberlo, esa sed es sed de Dios. Dice San Agustín que nuestro corazón está hecho para Dios y que está inquieto hasta que descanse solamente en él. La sed que sentimos sólo la puede saciar el Señor, él es la fuente de agua viva. Quien bebe de esta fuente brota en él un surtidor que salta hasta la vida eterna. Es el agua de la eternidad de Dios, el agua de su gracia, el agua que brota junto con la sangre de su costado abierto en la cruz. Esa fuente son los sacramentos y de manera principal de la eucaristía, fuente de la vida cristiana y de la Iglesia, porque en todos los sacramentos recibimos la gracia de Cristo pero en la eucaristía recibimos a quien es el autor de toda gracia. Volvamos esta Cuaresma hacia esta fuente de vida eterna y bebamos con el deseo con que busca la cierva corrientes de agua viva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario