No cedáis nunca a la tentación de la venganza, ni abrigue vuestro corazón odio o rencor contra nadie, al contrario ahogad el mal en abundancia de bien. Es preferible recibir una injusticia a cometerla. Es más grande, humanamente hablando, aquel que es capaz de devolver bien por mal. El Señor nos pide que pongamos siempre la otra mejilla, que bendigamos al que nos maldice, que perdonemos a nuestros enemigos, que oremos por los que nos persiguen. Ese y no otro es el distintivo de un verdadero discípulo de Cristo. Señor, ayúdame a tener un corazón bueno para con todos y especialmente para aquellos que no me quieren bien, que se creen enemigos mios, que me odian o me persiguen de cualquier modo, que me difaman o calumnian, que piensan mal de mi, que no me creen o creen ver en mí el mal o leer entre líneas la maldad. Tú me conoces Señor, sal fiador por mí. En ti y sólo en ti pongo mi confianza. Tú eres mi refugio y mi alcázar. Te pido por ellos, Señor, bendícelos y concédeles un corazón bueno para gloria tuya. Yo los amo y perdono como me perdonas tú.
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