El Salmo 147 nos pide glorificar al Señor porque somos la Jerusalén de Dios, su pueblo, su ciudad santa. Los cristianos formamos el nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia, que es también la nueva Jerusalén porque Dios habita en medio de ella. Cada uno de sus miembros somos también esa ciudad de Dios, puesto que el Señor habita en nuestros corazones por el Espíritu que nos ha dado. Al igual que la Iglesia debe alabar al Señor todos los días, cada uno de los cristianos debemos también glorificar a Dios con nuestra vida, alabarlo, bendecirlo y darle gracias con todo nuestro cuerpo y con toda el alma. El salmista nos dice que el Señor "ha reforzado los cerrojos de tus puertas", quiere decir que el Señor nos guarda y nos protege, él es nuestra fuerza, nos hace fuertes con sus mandatos y decretos. Somos verdaderamente fuertes cuando hacemos la voluntad del Señor. Dios "nos ha bendecido" dándonos a conocer su voluntad. El Señor, a nosotros, que somos "Jacob" e "Israel" de Dios, nos dice: "Anuncia su Palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel". Son los que Moisés anuncia al pueblo para que cumpliéndolos vivan y entren a tomar posesión de la tierra prometida. También nosotros para tener vida y poder un día entrar en esa tierra de promisión que es la Jerusalén del cielo, tenemos que cumplirlos y recordarlos siempre, enseñarlos así y transmitirlos fielmente a todos. Por eso Jesús en el evangelio les dice a sus discípulos que él no ha venido a abolir la ley de Dios, sino a darle cumplimiento y plenitud. Cumplir la voluntad de Dios es lo que hace grande al hombre, sabio e inteligente aquí en la tierra y grande después en la eternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario