RECOGER CON EL SEÑOR


Jesús concluye diciendo en el evangelio de hoy que quien no recoge con él,desparrama. Tenemos que estar junto al Señor, trabajando con él codo con codo por el Reino de Dios. El cuenta con nosotros, no podemos darle la espalda y dejarle sólo. Como también nos dice en otra ocasión , la mies es mucha y los obreros son pocos. El Señor se lamenta por boca del profeta Jeremías de que su pueblo no le escuchó ni le prestó oído, fueron a lo suyo, dándole la espalda a Dios. ¡Qué lamento tan desgarrador el de Dios! No nos damos cuenta los hombres del amor infinito que nos tiene el Señor y que por eso nuestros pecados le hieren también con un dolor infinito. Un corazón como el de Dios que ama tan intensamente, que es todo amor, que es inmensamente delicado, tierno, dulce, sensible, ..., siente las faltas de amor de sus hijos de una manera que el hombre no puede alcanzar a imaginar. Cuando alguien tiene un corazón sensible sufre mucho más que aquellos otros que son más ásperos e insensibles. El que ama a otro de corazón, con toda el alma, que está enamorado totalmente, siente mucho más cualquier falta, por pequeña e insignificante que nos parezca, que le haga su amado que las faltas, aunque sean mayores, de aquellos a los que no ama o ni tan siquiera conoce. A un padre o a una madre, le duelen inmensamente más los agravios de sus propios hijos hacia ellos que los de un vecino o de un desconocido por la calle. ¡No nos damos cuenta lo que para Dios significa que le ignoremos y faltemos a su amor! En este tiempo de Cuaresma debemos escuchar la llamada de Dios. Darnos cuenta de que Dios nos ama con locura y que nosotros somos como esos hijos que viviendo en la casa de sus padres viven como si lo hicieran en un hotel. Pasan los días y no son capaces de un gesto de cariño, de un beso, de un abrazo, de un preocuparse por ellos, de colaborar en casa, de darse cuenta que sus padres están ahí y todo lo que tienen es gracias a ellos. Viven ignorando a sus padres y buscándolos sólo para que les den dinero o les solucionen los problemas y la vida. ¿No te parece que los hombres tratamos así también a Dios? Vivimos ignorando a Dios y solamente acudimos a él cuando nos hace falta y no somos capaces de decirle que lo amamos, de darle las gracias por cuanto nos da, de ayudarle a extender su Reino, ... Nada de eso, vivimos preocupados sólo de nosotros mismos y de aquello que nos afecta e interesa. Y luego nos quejamos de los adolescentes cuando somos nosotros para con nuestro Padre Dios iguales que ellos. ¡Papá dame!, ¡Señor dame!... "Ya puedes repetirles este discurso, que no te escucharán; ya puedes gritarles, que no te responderán." El salmista nos dice: "Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: no endurezcáis vuestro corazón." Escuchemos al Señor para recoger a su tiempo con él.

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