RECUERDA SEÑOR


El salmo 24 le pide al Señor que recuerde que su ternura y misericordia son eternas. ¡Qué bella expresión la del salmista! "Recuerda, Señor..." Se dirige con humildad a Dios para que se acuerde de él con misericordia por su bondad. No sólo la misericordia divina sino también su ternura. Dios es tierno, se enternece, tiene sentimientos. La ternura nos habla de sensibilidad, de dulzura, de delicadeza, de cariño, de afecto, en definitiva de amor. Pero cuando decimos que Dios es amor, no lo decimos en el sentido de un amor impersonal, de un concepto frío o de una idea metafísica, sino en el sentido más humano del amor. Nosotros no podríamos entender un amor que no fuese humano, a nuestra medida y capacidad, acorde a nuestra comprensión y percepción. Por eso Dios se abaja a amarnos como hombres, con corazones de carne y no como espíritus puros. El amor de Dios se hace carne, se encarna, para poder amarnos como nosotros amamos y podemos sentir. Dios se hace hombre con todo lo que conlleva esa humanización divina. Jesús no es un Dios impasible, sino sensible, amoroso, cercano, tierno, delicado, dulce, cariñoso, compasivo, misericordioso, bondadoso, ... ¡Qué grande es Dios! Jesús nos muestre el rostro humano de Dios, su cercanía con nosotros, es el "Dios con nosotros". Nada de lo nuestro le es ajeno. "Acuérdate, Señor..." de mí por tu bondad, porque eres bueno y misericordioso, rico en piedad y en clemencia. Es la oración de la Iglesia en este tiempo de Cuaresma, la llamada a la conversión y al perdón, a volver a los brazos y al regazo de nuestro Dios. Es la súplica de Azarías que "oró al Señor diciendo: Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia. Por Abrahán tu amigo, por Isaac tu siervo, por Israel tu consagrado". Si Jesús en el evangelio nos dice que debemos perdonar hasta setenta veces siete, ¿cómo él no va a perdonarnos de nuestros pecados si se lo pedimos? Hemos ofendido a Dios infinidad de veces y volveremos a hacerlo porque somos frágiles y pecadores, pero Dios no se cansa de darnos su perdón puesto que él nos pide a nosotros que hagamos lo mismo con nuestros deudores.

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